Esta noche me he encontrado con una magnífica sorpresa: Cristina, la profe de infantil, me ha mandado una reflexión suya sobre su clase y la música.¡Qué decir de mis pequeños mini Mozarts que tantos buenos momentos me han dado en mi aula este curso!
Lo que realmente ha hecho que me estremezca ha sido el grandísimo valor que ella siempre le ha dado a la educación musical.
Cris comienza todas las mañanas la asamblea haciendo ritmo para que los niños interioricen el pulso(indispensable para una buena coordinación motriz posterior), hace que todos los días del año canten (doy fe que se saben la letra de la canción de Leiva mejor que yo), lo que hace que el lenguaje verbal sea adquirido y asentado de mejor forma en su cerebro ,así como la memoria musical y varias inteligencias asociadas a todos estos procesos.Por su puesto que no me olvido de la creatividad (que tan a la orden está en esta clase )y el respeto mutuo por los compañeros y los instrumentos que tanto se desarrollan en actividades como esta.
Sólo me queda decir: CRIS, GRACIAS POR TU TRABAJO TAN BIEN HECHO.
Aquí os dejo esta magnífica reflexión.
un saludo a tod@s
UN CURSO ENTRE TAMBORES
Acaba un curso más,
y lo bonito de esto es que ninguno es como el anterior, cada septiembre me
encuentro distinta, cada año mueve todo lo que había aprendido de educación.
Fácil es deducir quiénes son los que me enseñan.
Esta era la primera
vez que me enfrentaba a los tres años, podría después de esta frase escribir
millones de páginas de experiencias enriquecedoras, pero no me queda más
remedio que resumir si quiero compartirlo hoy.
Recuerdo que antes
de que comenzara este curso hice una caja de instrumentos para la clase. Quién
me iba a decir a mi que podría coronarla hoy, después de todo el curso, como el
éxito del aula.
Los primeros días,
cada vez que la caja entraba en escena, yo salía poco después con un dolor inmenso
de cabeza. No subestimemos a 13 niños y niñas de tres años, cada uno con un
instrumento en la mano, nadie había explicado aún como "funcionaba"
ninguno de ellos.
Bendita paciencia
la que me hizo aguantar las tres primeras semanas, porque a día de hoy su
música hace bailar la educación dentro de mi aula.
Cantan,
constantemente, todo el día, cuando pueden se acompañan unos a otros con
instrumentos, si les dejase, algunos estarían todo el día así, poniéndole
música a la vida.
Lo mejor de todo es que ya no necesitan instrumentos, todo vale.
Instrumentalizan, podríamos decir.
Los más tímidos al
principio, los que se negaban a participar y se mantenían al margen, ahora
bailan libremente, improvisando y dejando entrar a la música en su cuerpo.
Ajenos a las miradas del resto.
Cada mañana algunos
traen memorizadas las canciones que quieren escuchar, y durante el día suenan
diferentes estilos de música que acompañan a diferentes actividades, y casi
siempre al juego libre.
Son muchas las
ocasiones en los que todos ellos eligen la música en sus ratos libres, y se
organizan en corro para acompañar a las diferentes canciones que van pidiendo.
Intercambiándose instrumentos cada vez que termina una canción.
Por no mencionar
las diferentes participaciones que han protagonizado en el aula de música
durante el curso, la mayoría de las veces invitados, la otra mayoría por propia
decisión suya.
Hoy quería resaltar
la música, por haberme ayudado a acompañar a mis alumnos durante el curso, por
enseñarles a escuchar, a expresar, a acompañar, a moverse, a compartir y a
vivir la vida con pasión.
El curso termina
con dos tambores menos, una maraca despedazada, innumerables conchas partidas
en pedazos, y un sin fin de dolores de cabeza. Pero ellos dejaron el aula el viernes
después de tocar por ultima vez los instrumentos, demostrándome, uno detrás de
otro, todo lo que habían aprendido de la música, del ritmo y de la expresión.
La caja de
instrumentos del año que viene les esperará en septiembre, llena de novedades y
aventuras.
¡Que no pare la música!
Cristina Requeijo
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